"Mañana, cuando yo muera no me vengáis a llorar. Nunca estaré bajo tierra: ¡Soy viento de libertad!" "CHE GUEVARA"
martes, 3 de noviembre de 2009
UNA BONITA HISTORIA
Carmen Ferrezuela partió hace 70 años de una Barcelona en plena Guerra Civil para pasar su infancia en Suiza invitada por el brigadista Hans Hutter.
Un día después de que el Senado helvético exonerase de toda culpa y cargo a esos combatientes internacionales, swissinfo recuerda la historia de una amistad hispano-suiza que atraviesa las generaciones.
La narración comienza un día de 1938 en una Barcelona en guerra, asediada por las tropas franquistas. En una fábrica textil reconvertida en hospital del barrio de El Clot, un joven miembro suizo de las Brigadas Internacionales, llamado Hans Hutter, es atendido de sus heridas de bala en la espalda.
Pocos días después de su llegada al centro sanitario, los aviones bombarderos franquistas destruyen gran parte del edificio. Se impone la necesidad de realbergar a los heridos.
Setenta años más tarde, Carmen Ferreruela recuerda que alguien preguntó entonces a su padre: "¿Quiere alojar en su casa a un brigadista suizo muy simpático?". Y según Carmeta, "que es como me llamaba Hans", su padre dijo: "Estos hombres vinieron a luchar por nosotros, y lo mínimo que podemos hacer es darles cobijo cuando lo necesitan".
Así Hans Hutter, "un hombre que amaba la mecánica y el alpinismo", entró en la vida de la pequeña Carmeta.
« La relación que me unía con Hans era más fuerte de lo que pueden ser muchos vínculos de sangre »
Carmen Ferreruela "Una relación más que familiar"
Carmen Ferreruela recibe a swissinfo para una larga charla exclusiva en su casa de la calle Vizcaya, en Barcelona. Acompañada de su marido, Joaquín Cavero, recuerda con emoción una amistad de décadas con Hans Hutter y su familia. "La relación que me unía con Hans era, de hecho, más fuerte de lo que pueden ser muchos vínculos de sangre".
Tras más de tres meses de estadía en casa de la familia Ferreruela, llegó para el joven brigadista de Winterthur la hora de volver a Suiza. Pero el retorno a los Alpes no significó para él el olvido de su "nueva familia adoptiva" de Barcelona. Ni tampoco de los problemas, puesto que pasó un periodo en la cárcel por "colaboración con un ejército extranjero" y sufrió por ello dos años de inhabilitación cívica.
Ya en casa, Hans Hutter decidió traer a Suiza a la pequeña Carmeta y a su hermano Fernando para que pudieran alimentarse bien y escapar de los problemas de una Barcelona en guerra. También era una forma de agradecer a la familia que le acogió y le ayudó a curarse de sus graves heridas. El mismo abogado que le había sacado de la cárcel se ocuparía de realizar las gestiones necesarias para traer a Carmeta y Fernando a Suiza.
La madre de los niños, de 7 y 10 años respectivamente, les acompañó hasta la frontera francesa. En Cerbère les esperaban Hutter y el abogado. Era enero de 1939, poco después de la caída de Barcelona en manos de los nacionales. Comenzaba la primera estadía de un año en Suiza. Una época dura en la que toda Europa se veía convulsionada por la II Guerra Mundial.
Carmeta guarda recuerdos imborrables de los más de tres años vividos en Suiza, entre los que destaca el descubrimiento de la nieve "y una enseñanza gratuita y de gran calidad". Y agrega entre risas: "¡Yo hablo casi tan bien el suizo alemán como el catalán!".
Carmen explica que Hans Hutter, a quien define como "mi segundo padre", no quería hacer la guerra. "En realidad, él llegó a España para trabajar. Era un excelente mecánico que sólo quería dar una mano y se vio envuelto en el corazón de la batalla".
Carmen Ferreruela durante la entrevista. (swissinfo.ch)El tesoro de un reloj suizo
A su retorno a Barcelona, Carmeta y su hermano pudieron continuar sus estudios en el Colegio Suizo de la capital catalana. "Una educación pagada por Hans a través de los servicios del consulado", aclara orgullosa. Una educación especial en una Barcelona de postguerra que le permitiría seguir una buena formación y hacer carrera en la industria de la impresión. Y conocer a su marido Joaquín. "Y aún casados", afirma con una sonrisa.
Antes de dejar Winterthur, Carmeta recibió un valioso regalo, entre muchos otros: un reloj suizo. "La idea de Hans era que pudiéramos venderlo en Barcelona, pues valía mucho dinero". Pero su padre se opuso diciendo que era un regalo muy especial y un tesoro de la familia.
Hoy, ese mismo reloj está en la muñeca de María, una de las seis nietas de Carmen. Una nieta que es a su vez íntima amiga de Sofía, bisnieta de Hans Hutter. Y es que año tras año la amistad entre las familias Ferreruela y Hutter se fue haciendo más sólida a medida que se sumaban hijos, nietos y bisnietos. "Todos fuimos a Suiza para las bodas de oro de Hans".
« Este arbolito es el hermano gemelo de otro que está plantado en Winterthur. Son el símbolo de esta amistad de tantos años entre nuestras familias y nuestros países »
Carmen Ferreruela Un árbol en Winterthur, otro en Barcelona
"¡Qué lastima que Hans no esté vivo para ver esta rehabilitación y el reconocimiento del Parlamento suizo", reflexiona en voz alta Carmeta antes de recordar que su hijo se llama Juan en honor al brigadista.
"Hans fue el padrino de mi hijo y todos fuimos a Suiza para acompañar a la familia Hutter tras su muerte en 2006". Una ceremonia singular y emotiva que unió a ambos clanes en las montañas suizas.
"Hans quería que sus cenizas fueran esparcidas en un lugar preciso de los Alpes que le gustaba mucho", comenta Carmen, que insiste en salir al balcón para mostrar al cronista un pequeño árbol. "Este arbolito es el hermano gemelo de otro que está plantado en Winterthur, en las montañas que Hans tanto ha amado", explica emocionada. "Son el símbolo de esta amistad de tantos años entre nuestras familias y nuestros países".
Poco antes de la despedida, el matrimonio catalán guarda una última sorpresa. Una grabación tomada de la radio en la que Hans Hutter cuenta en un más que correcto castellano su odisea. En la entrevista, el anciano combatiente explicaba su "sensación de fracaso" en tanto que brigadista al ser testigo del comienzo de la II Guerra Mundial y afirmaba que fue a luchar a España, pues era "muy consciente de lo que realmente estaba en juego en la Guerra Civil".
Momentos después del fin de la histórica grabación, Carmeta concluye: "Como comprenderá, para mí Suiza es una segunda patria. No puedo ver la cruz helvética sin emocionarme".
swissinfo, Rodrigo Carrizo Couto, Barcelona
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1 comentario:
una bonita historia.por eso creo que las amistades,por muchos quiometros que las separen,hay que cultivarlas para que perduren como el primer dia.
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